Crónicas de mi enfermedad - Karina - Publicado en Noviembre de 2013
Cuando me dieron el diagnóstico sentà morir, sentÃa que el mundo se me venÃa encima de un minuto para otro y que nadie podrÃa sacarme de aquel abismo.
¿Qué hacer en una inmensa ciudad que no era la de origen, sola y con la noticia de que un tumor crecÃa en tu cabeza? Creo que hacerle frente a tamaña situación con tan sólo 19 años ha sido una de las cosas más difÃciles que me ha tocado enfrentar.
El miedo se apoderó de mà durante los 15 minutos después de haber abandonado el centro médico y lo único que querÃa en ese instante era a mi familia.
Llamé a mi papá en un mar de lágrimas y un sollozo incontenible.
Él, sin tener mayores conocimientos médicos logró entenderme y calmarme desde su lejanÃa.
Ese dÃa es el referente más claro entre seguir viviendo o echarme a morir.
Fue asà como empezó un ir y venir entre médicos, enfermeras, sueros e inyecciones.
Las cirugÃas… cada año una nueva cirugÃa, 2008, 2009 y 2010 culminando con una radiocirugÃa.
Lo peor de estar hospitalizada era no tener libertad, estar encerrada, estática… no poder ser la chica inquieta que todos conocÃan… lo bueno era que por lo mismo logré tener buena interacción con las enfermeras y sus asistentes, las cuales me escuchaban incesantemente… mis ideas, mis preguntas y el frenesà existente en una sala de hospital nos unÃa en la conversación diaria.
El 2010 cuando fui sometida a la radiocirugÃa me sentà un ratón de laboratorio, fue extraño, ya que unas eminencias en el tema, un médico mexicano y el otro brasilero, le enseñaron la técnica revolucionaria de la radiocirugÃa a unos 8 a 10 médicos de todo Santiago, con mi radióloga y mi tecnólogo médico a la cabeza.
Era un desfile de neurocirujanos que se desplazaban de una sala a otra detrás de mà preguntando cuanta duda tenÃan.
Fue una experiencia tragicómica y agotadora.
Bueno, gracias a esta técnica logré mantenerme estable 3 años, y fue este año, 2013, en mi control de rutina que me explicaron que nuevamente tenÃa un remanente pequeñito de tumor.
Obviamente lo primero que pensé fue “¿hasta cuándo sigue esto?�…
Sin embargo, un amigo me dijo “Dios no nos manda pruebas que no seamos capaces de superar� y le encontré mucho sentido.
Siento que esta prueba impuesta por la vida, el azar, el destino o lo que sea no se dio porque si.
Es la oportunidad de darle un sentido valioso a la vida y que todo lo que me pase compartirlo, de tal forma que, todo aquel que se encuentre en mi situación o en alguna similar sepa que si se puede llevar la vida que tu quieres llevar, mirada desde la esperanza, el optimismo y las buenas energÃas.
Lo más fuerte de nuestra patologÃa es enfrentar los cambios fÃsicos evidentes que vamos manifestando, que son muy notorios por lo demás.
Enfrentarse a esta sociedad llena de prejuicios y con cánones de belleza establecidos e impuestos por modelos internacionales.
Resistir las miradas de extrañeza y pregunta.
El balbuceo evidente entre amigos al verte.
Soportar que invadan tu metro cuadrado con comentarios mal intencionado.
Yo le atribuyo ese comportamiento a la ignorancia y la desinformación.
Prefiero pensarlo asÃ.
La belleza fÃsica dura poco tiempo, es la nobleza de alma la que nos hace personas.
Seamos exitosos en lo que hacemos, no nos avergoncemos por quienes somos.
Es un largo trabajo, es un entenderse, quererse y respetarse a sà mismo, para que quienes te rodean también lo hagan.
Finalmente llevar esta enfermedad implica ser capaz de hacer catarsis con cada una de tus vivencias y sacar lo bueno, dejar el sufrimiento de lado y avanzar.
Como decÃa Mario Benedetti:
“Defender la alegrÃa como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos…�
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